Si algo se vuelve palpable en nuestro día a día es que nuestros pensamientos generan emociones, y luego el cuerpo experimenta y reacciona de acuerdo a cómo uno se siente. Por ejemplo, los pensamientos negativos nos conducen a emociones negativas, generando ansiedad y autoestima baja. En cambio, los positivos, mejoran el ánimo y nos predisponen de mejor manera para encarar la rutina.
Las emociones negativas ignoradas quedan ‘acumuladas’ en el cuerpo y repercuten en nuestra esfera física, psíquica y social de manera nociva.
Un caso recurrente es el de la angustia y el temor. Sostenidos, provocan ansiedad que, si no es tratada, puede conducir a trastornos del sueño, problemas digestivos, de concentración y/o rendimiento laboral, aislamiento social o también puede llevar a otros trastornos de la salud física o mental.
Por tanto, es muy importante escucharse a uno mismo, poniendo atención a las sensaciones de cada parte del cuerpo y pedir ayuda cuando nos sentimos sin herramientas o superados por la situación que se está atravesando.
En línea con esta temática, Luciano Lutereau, Psicoanalista, Doctor en Filosofía y Doctor en Psicología (UBA), se expresó en relación a aquellos que no aceptan sus emociones.
«Por lo general tienen una tendencia a ser reactivos –es decir, huyen de lo que sienten– y así se fijan en patrones emocionales rígidos. El caso más común de emoción reactiva es la ansiedad«, indicó el especialista.
«La persona ansiosa tiene una emocionalidad pobre, porque su sentir se traslada a la nerviosidad corporal y así también afecta al cuerpo con irritación e hiperactividad, en busca de efectos que nunca logran la calma«.
Además, agregó que esta proyección hacia el afuera es lo que diferencia a la ansiedad respecto de la angustia, en la medida en que esta última es un afecto de interioridad, asociado a un conflicto interno que –en el mejor de los casos– instaura la reflexión. Sin embargo, la angustia tiene el problema de que es el afecto que inhibe poder sentir otras emociones.
«Las emociones son sanas cuando son complejas y se interrelacionan entre sí; lo que no es sano es sentir siempre lo mismo y de la misma manera. Por ejemplo, puedo sentir ira en una determinada situación, pero por sí misma la hostilidad no es mala o repudiable, la cuestión es qué curso de acciones impone y qué elaboración hace quien la siente«, mencionó Lutereau, quien insistió en que una persona sana no es la que no sufre, sino la que puede hacerlo desde un punto de vista que no es reactivo, con la capacidad para integrar diferentes emociones.
Entonces, ¿cómo logramos tener una mejor calidad de vida?
Ante todo, es fundamental tener presente que las emociones no son estáticas. Por lo que si estamos en un momento difícil, transitando emociones no placenteras, saber que no quedarán para siempre, pero que es importante escucharlas ya que las mismas de alguna manera u otra van a querer llamar la atención de quien las siente.
El cuerpo es sabio y siempre nos da señales para poder volver al equilibrio. Llevar un estilo de vida sana contemplando todas nuestras esferas y llevar hábitos saludables contribuye a tener una mejor calidad de vida y a transitar aquellos momentos con mayores herramientas. Además, es importante buscar ayuda profesional si las situaciones nos sobrepasan o no sabemos cómo volver al estado de bienestar.
Algunos hábitos saludables también nos ayudan a proteger nuestras emociones. Por ejemplo:
Realizar actividad física (al menos 30 minutos diarios).
Es buena templadora de las emociones, porque permite que haya distancia entre nuestros pensamientos y la elaboración, y al imponer un corte que evita rumiaciones y persistencias.
Alimentación adecuada (ingerir abundante agua, frutas y verduras y reducir el consumo de alimentos ricos en grasas, alcohol, alimentos ultraprocesados).
Una nutrición cerebral adecuada mantiene la integridad estructural y funcional de las neuronas ayudando a mantener el equilibrio emocional.
Descansar (lograr un sueño reparador, en lo posible 8 horas por día)
Al igual que con la actividad física, no se puede habitar una escena de manera continua y a veces es necesario hacer un corte. La noche y el sueño son una instancia privilegiada para reencontrar diariamente esa otra escena. Además, el sistema inmunológico emplea ese tiempo para regenerarse, por lo que dormir bien lo restituye y fortalece.
Dedicar tiempo a la familia, amistades y al ocio; tener un momento recreativo, social y relacionarse con los vínculos.
Hay numerosos estudios científicos que evidencian que los lazos sociales fuertes se relacionan con una vida más larga, y el aislamiento social o la soledad, con problemas de salud.
Conectarse con uno mismo
Ayuda a tener un momento de reflexión y escuchar al cuerpo, además Nuestro bienestar emocional y psíquico incluye nuestro pensar, sentir y actuar. Siguiendo esta premisa, Disney, que tiene el compromiso de promover hábitos saludables y brindar un entorno de trabajo sano, flexible e inclusivo, propone la Semana del Bienestar Mundial entre el 27 de junio y el 1° de julio para sus integrantes.
En la misma, busca visibilizar la importancia de tener una vida saludable, en balance y equilibrio a través de recursos y actividades virtuales y presenciales internos que ayuden a favorecer el bienestar mental, físico, social y financiero de quienes forman parte de la Compañía.
«Lanzamos esta iniciativa porque la salud integral es nuestra principal condición del desarrollo humano y es fundamental cuidarla, conservarla y potenciarla. Somos seres biopsicosociales, y nuestra salud se ve influenciada por nuestro estilo de vida y entorno/ambiente en el que vivimos. Nuestras costumbres, cultura y hábitos que practiquemos van a repercutir directamente en nuestro bienestar«, concluyó Yasmin Claros, Médica Especialista en Medicina del Trabajo para Disney (MN 140677).