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Todos hemos escuchado decir que el cine es el séptimo arte. Y es que es, en efecto, una forma de expresión artística que combina técnicas diversas para comunicar la visión de uno o más creadores a través de una pantalla. La magia del cine radica en la posibilidad de poner delante de nuestros ojos elementos o situaciones imposibles en la vida real, pero que a la vez tocan nuestra sensibilidad, conmoviendo hasta al más estoico.

En todo esto participan una serie de trucos o ilusiones que llamamos efectos especiales. Gracias a ellos podemos ver desde explosiones enormes hasta actores envejecidos, pasando por monstruos y toda clase de criaturas. A continuación, repasaremos la historia de estos métodos artísticos y cómo han evolucionado en el tiempo.

¿Qué son los efectos especiales?

Se suele pensar que los efectos especiales son una creación de la era digital, pero en realidad siempre han estado presentes en las realizaciones audiovisuales. Tanto en la gran pantalla como en la televisión y en videojuegos como los que se compilan en Mr Bet.

En sí, los efectos especiales engloban todo aquello que se agrega durante la filmación de una película o en fase de edición para conseguir que aparezcan objetos, personajes o situaciones que no podrían grabarse. Bien sea porque no existen —dinosaurios, espectros, monstruos, trucos de magia—, porque sería muy peligroso de realizar —explosiones, choques, caídas— o porque son muy costosos de producir —viajes al espacio, escenarios diversos, etc.

Los primeros efectos visuales y de artificio

Ya a inicios del siglo XX, con las primeras películas comerciales, existían efectos especiales. Estos eran por supuesto, analógicos e incluían retoques de color, escenarios y fondos pintados en “matte”, rellenos y prótesis de goma espuma para los actores, así como tomas ingeniosas. Recién se estaban comenzando a explotar las infinitas posibilidades que ofrecían las cámaras de video y la edición de las películas.

Se considera al cineasta francés Georges Méliès como uno de los padres de los efectos especiales. Entre sus películas más célebres se encuentra Viaje a la luna (1902), que fue la primera en relacionar directamente planos distintos creando la ilusión de continuidad narrativa. Esto se aprecia en la secuencia del disparo de un cañón a la luna (Wikipedia.org, 2023). Fue posible gracias al efecto de empalmar diferentes tomas o escenas.

Además, Méliès empleaba el coloreado de las películas cuadro por cuadro, mucho antes de la llegada del technicolor. Otros efectos de la época incluían el stop-motion, que hizo posible la recreación de un gorila gigante para King Kong (Merian Cooper y Ernest Schoedsack, 1933).

En ese tiempo, se comenzaron a usar maquetas y efectos con espejos que reproducían miniaturas de ciudades o escenarios, tal como se puede apreciar en la célebre Metrópolis (Fritz Lang, 1927). El uso de espejos y representaciones a escala fue usado por Hitchcock en varios de sus títulos, e incluso por Peter Jackson en la trilogía de El Señor de los Anillos, obra cumbre del cine moderno (Wired.com).

Estos efectos que son, más que nada, trucos visuales y de artificio se fueron complejizando con el paso de los años, pero no darían un salto definitorio hasta finales de la década de 1960.

La era de los animatronics y la ciencia ficción

En 1968 fue estrenada 2001: odisea en el espacio del célebre Stanley Kubrick, que se transformó inmediatamente en un hito en cuanto a efectos especiales por sus caminatas en el espacio. Fueron representadas con movimientos de cámara simples, pero efectivos. La película inauguró uno de los temas que marcarían el cine de los 70 y 80: los viajes en el espacio, todo un desafío para los cineastas en cuanto a efectos visuales.

En 1973 salió a la luz Westworld, de Michael Crichton, una película de ciencia ficción que fue pionera en incluir efectos por computadora. Para su ejecución se realizó el primer renderizado de la historia del cine. Llevó cuatro meses de trabajo para producir unos pocos minutos, pero valió totalmente el esfuerzo.

El otro gran avance de los años 70 fueron los animatronics. Se trataba de monstruos o animales enormes construidos con elementos mecánicos. Tiburón (Steven Spielberg, 1975) inauguró esta tendencia, que nos daría clásicos como la saga Jurassic Park.
El CGI y los efectos digitales

Las posibilidades cada vez mayores en cuanto a la creación digital, dadas por los avances tecnológicos, dieron paso al CGI (Computer Generated Imagery), en boga a partir de los años 90. Se trata de la generación de imágenes y elementos por computadora, bien para combinarlos con tomas “reales” o para generar por completo una película. El primer largometraje hecho totalmente por computadora fue Toy Story (John Lasseter, 1995).

El CGI permite capturar movimientos de los actores reales para llevarlos a la computadora y hacer nuevos modelos. Esta técnica se llama Motion Capturing y una de las primeras obras en introducirla fue Total Recall (Paul Verhoeven, 1990).

En los últimos 20 años el uso del Motion Capturing, la pantalla verde y todos los recursos del CGI ha permitido el auge del cine de superhéroes y el tramado de mundos completamente imposibles que se ven realistas. Tal como sucede en Avatar (James Cameron), estrenada en 2009 y con una impresionante secuela en 2022. Sin embargo, no se han abandonado los efectos manuales, con maquetas y maquillajes, y es la combinación de todo esto lo que nos trae las maravillas que podemos ver hoy.